Cómo entender el Nombre-del-padre en Lacan? Para qué sirve en la teoría y en la clínica?

La mayoría de los videos que circulan en redes te explican cómo Lacan lo entendió en sus incios; es decir, alrededor de sus seminarios 4 y 5.

El problema es que en esa época su elaboración conceptual del Nombre-del-Padre estaba en pañales!Es como querer explicar el inconsciente en Freud guiándose únicamente por lo que él dice en los Estudios sobre la histeria, publicados al principio de su descubrimiento.

¡No, señores! ¡No, señoras! Hoy en día tenemos suficiente distancia para saber cómo entender el nombre del padre en Lacan apoyándonos en los elementos constantes de su formulación a lo largo de casi 30 años.

En este video te entrego una síntesis de TODO lo que concierne a esta noción ABSOLUTAMENTE FUNDAMENTAL del psicoanálisis lacaniano.

El Nombre-del-Padre se ha explicado muchas veces de la peor forma posible: aquélla que involucra una mamá, un papá y un infante, unidos mediante el relato anecdótico de lo que sería el complejo de Edipo. En esa explicación simplona, la mamá es presentada como un ente voraz y peligroso, que está en algún momento a punto de engullir a su pobre crío mediante su deseo fusional, y justo en ese instante llega el papá, héroe de la historia, a interponer un bastón entre las fauces de esa mamá cocodrilo, para que el infante pueda respirar y vivir su propia vida deseante, evitando así que devenga psicótico. Y ese bastón, esa arma de separación, se dice, es el nombre del padre.

Digo que esa manera de explicar el Nombre del Padre es la peor posible, porque implica: 1o. Culpabilizar a las mamás, 2o. Enaltecer del “rol de género” de los papás. 3o. Anular la subjetividad del infante, que queda reducido al rol pasivo de “presa”. Y 4o. Implica dejar fuera de foco un sinnúmero de situaciones concretas de la relación familiar: p.e. las familias monoparentales, las familias formadas por parejas no heterosexuales, las niñas y niños criados por personas diferentes a los padres, etc. Al final, con esa explicación, el único aspecto que se resalta con relación al nombre del padre es que es un elemento separador del par mamá-infante y que habilita la neurosis en lugar de la psicosis.

Bueno, maticemos un poco.

Hay que decir, en defensa de quienes explican así el Nombre-del-Padre, que es una lectura posible de lo que Lacan expuso en sus seminarios 4 y 5. Digo, hay frases y párrafos enteros que se prestan a ello. Pero hay otros que son un intento valiente por desmarcarse de esa intepretación. Y es ahi en donde este video va a fijar los cursores, porque esos elementos de desmarque son los que Lacan continuó a trabajar durante 30 años. ¿Quieres conocerlos? Bueno, pues vamos.


DE LA ANÉCDOTA A LA ESTRUCTURA

Lo primero a entender es que el Nombre del padre es el resultado en Lacan de su retorno al complejo de Edipo en Freud. ¿Te digo un secreto? Se trata en realidad de una rectificación. Ganas no le faltaban a Lacan de tirar a la basura el Edipo, que Freud había colocado como uno de los tres pilares fundamentales del psicoanálisis. Así, ya en los años treinta, el reinventor del psicoanálisis decía a los cuatro vientos: “Desde luego, el Edipo ha sido nuestro Sinaí. Pero nada nos prohíbe ver en la vida edípica un solo aspecto de lo posible. Quizá detrás de él todavía haya otra cosa más arcaica.” (Lacan, 1937)

Era un tiempo en que Lacan aún no se consideraba freudiano a sí mismo. Con el retorno a Freud en los años cincuenta, la cosa tuvo que re-articularse. El primer gran retoque de Lacan sobre el tema del Edipo es que éste ya no tiene sentido como etapa del desarrollo psicosexual, sino como formador de posiciones subjetivas diversas que tienen que ver con la castración.

¿Cómo extraer, en ese marco, lo esencial del Edipo freudiano sin caer en los inconvenientes de la anécdota simplona que hemos expuesto hace un rato (mamá, papa, infante)? Pues interesándose en lo que de estructural ella nos revela: es decir, poniendo atención a la “dialéctica edípica”, como dice Lacan desde el seminario 4.

Por ello es que Lacan desglosa el Edipo en tanto proceso dialéctico en tres tiempos lógicos, expuestos en el seminario 5. Recordémoslos brevemente:

1er tiempo – El niño desea ser el objeto que la madre desea cuando ella no está con él. Como a ese objeto la teoría lacaniana le da el nombre de “falo imaginario”, se dice que el niño se identifica al falo imaginario y que la madre es, en ese caso, fálica.

2o tiempo – El padre interviene imaginariamente para el niño privando a la madre de su niño-falo. Así, el niño no es el falo, puesto que el falo (eso que la madre desea cuando no está con el niño), es el padre quien lo tiene.

3er tiempo – Como es el padre quien tiene el falo y puede darlo o no a la madre, ésta está sometida a una ley que la sobrepasa. El operador de esa ley del deseo, que rige por sobre las apetencias caprichosas de la madre, es el nombre del padre.

Voluntariamente he reservado los vocablos de “padre”, “madre” e hijo para referirme a los agentes de la dialéctica edípica, mientras que cuando hablaba de la anécdota edípica -el relato freudiano-, he dicho “mamá”, “papá” e “infante”.

En esta idea de depurar los elementos estructurales de la dialéctica edípica, más allá de la simple anécdota freudiana, Lacan formulará luego que el Nombre del padre es un significante peculiar y que hay un matema que da cuenta de su operación. Veamos eso enseguida.

EL NOMBRE DEL PADRE ES UN SIGNIFICANTE

Este segundo aspecto por el que Lacan se desmarca de la anécdota edípica es que en su propuesta el Nombre del Padre es un significante.

En la teoría de Lacan, un significante es cualquier elemento que, entrando en relación con otros, obedece a las reglas del lenguaje, sobre todo la metáfora y la metonimia. Es decir, que el significante no es necesariamente una palabra -una sola palabra-, sino que puede ser un fonema, una palabra, una frase entera o cualquier otro elemento capaz de encadenarse con otro significante, de sustituirlo, de ser sustituido por otro, etc.

Al ir hablando, encadenamos significantes unos a otros, y al detenernos en alguno se produce (o no) un significado. En todo caso, el significado es efecto de los significantes.

Lacan tiene una manera gráfica de transmitir esto a través de lo que él llamo “matemas”. En el álgebra lacaniana -llamémosla así-, una S mayúscula representa a un signficante cualquiera, mientras que una s minúscula representa a un significado dado. Una barra, como la que se escribe para indicar en matemáticas una fracción, separa el lugar de los significantes (arriba de la barra) del lugar de los significados (abajo de la barra).

¿Me sigues hasta aquí? Si no es el caso, rebobina el video unos segundos, porque vamos a dar un gran paso a continuación: vamos a ver cómo se escribe en matema el primer tiempo del Edipo.

En ese primer tiempo, el significante fuerte es “Deseo de la madre”. Como ves, le hemos dado la forma de una frase, pero desde la teoría lacaniana es un significante. Lo escribiremos sobre la barra de la signficación. ¿Qué desea la madre? Desde el punto de vista del niño, es claro que la madre desea algo cuando ella no está con él. Pero no se sabe qué exactamente. El significado de ese significante para el sujeto es, entonces, una incógnita. Una incógnita que puede, sin embargo, escribirse bajo la barra. Queda así; Deseo de la madre / significado para el sujeto.

El segundo tiempo del Edipo tiene igualmente su matema: el padre entra en juego, bajo la forma de un significante que viene a simbolizar la orientación que tiene el deseo de la madre cuando ella no está con el niño. Ese significante es el nombre del padre, y Lacan lo coloca sobre la barra. Debajo de la barra estará, entonces, en el lugar de lo significado, el deseo de la madre. Así: Nombre del padre / Deseo de la madre.

Ahora bien, qué pasa si ponemos en relación, lado a lado, los dos matemas descritos? Se ven de esta forma:

Nombre del padre / Deseo de la madre . Deseo de la madre / significado para el sujeto.

Se parece a una multiplicación de fracciones! Lacan pone hasta el punto en medio de los dos matemas, que en matemáticas indicaría una multiplicación.

Espérame que aquí la cosa se pone peliaguda. Esos dos tiempos de la dialéctica edípica están en tensión, esperando una resolución. ¿Cómo se resuelve esa operación?

Pensémoslo con aritmética de escuela secundaria. Sin meternos en muchos líos, hay una regla matemática nos dice que si tenemos el mismo número como numerador en una fracción y como denominador en otra, se neutralizan entre ellos. Ahora bien: el “Deseo de la madre” se localiza en el “numerador” -llamémoslo así- del matema que corresponde al primer tiempo del Edipo, mientras que está como “denominador” en el que corresponde al segundo tiempo. Si queremos obtener de esa operación un resultado, diríamos que ambos se neutralizan y restaría escribir un matema posible para el tercer tiempo del Edipo.

Para la escritura de ese tercer tiempo, Lacan pone un conector lógico de implicación y no un signo matemático de “igual”. Esa flechita que ahí aparece dispone que leamos con un “si… entonces”. Es decir, “si Nombre del padre / Deseo de la madre y Deseo de la madre / Significado para el sujeto, entonces…” Dicho de otra manera, “si están presentes los dos primeros tiempos del Edipo, entonces…” El matema final que expresa el resultado de la metáfora indica tres cosas: la primera, que el nombre del padre se inscribe en la economía psíquica al exterior del campo del Otro; la segunda, que la madre, al quedar prohibida para el niño, cae en el olvido y ocupa simplemene el lugar del Otro, A; y tercero, que ante la pregunta por el deseo de la madre aparece como respuesta la significación fálica, el falo en el lugar del significado.

En síntesis, el matema de la metáfora paterna indica que si el nombre del padre significantiza el deseo de la madre, entonces, por esa inscripción metafórica, la significación del deseo del Otro deja de ser una incógnita para el sujeto y queda establecida como significación fálica. De ahí la definición rimbombante que Lacan dió del Nombre del padre como “el significante que, en el Otro, en cuanto lugar del significante, es el signifi­cante del Otro en cuanto lugar de la ley” (De una cuestión preliminar, Escritos, 564).

En términos prácticos, esa operación del nombre-del-padre tiene al menos dos efectos clínicos muy importantes, y todo este rollo es para mejor poder entenderlos.

EFECTOS DE LA OPERACIÓN DEL NOMBRE-DEL-PADRE

Antes de hablar de los efectos de la operación del Nombre-del-Padre, si este video te está siendo útil o interesante, regálanos un “like” para que el algoritmo de la red social lo recomiende a más personas. ¿Listo? Va, entonces.

El primer efecto de la operación del nombre del padre es un apaciguamiento de la perplejidad que la pregunta por el deseo del Otro puede generar en el sujeto. Cuando el nombre del padre ha operado, hay una significación genérica que sirve de tela de fondo para que el sujeto construya una respuesta a cada momento en que ésta puede serle solicitada por la vida. El paranoico, por ejemplo, que no dispone de esa tela de fondo de la significación fálica, esgrime como recurso privilegiado frente a la perplejidad que le suscita el deseo del Otro una interpretación auto-referencial: con cada una de sus solicitaciones, el Otro lo persigue, le quiere hacer daño.

El segundo efecto es que el Nombre del padre evita los descarrilamientos del flujo de los significantes, de modo que de tiempo en tiempo hay puntos de almohadillado en los que el sujeto puede establecer una significación a lo que habla y no caer, entre otras cosas, en una logorrea sin sentido. El Nombre-del-padre regula, entonces, la acción del lenguaje sobre el sujeto.

Esos dos efectos son fundamentales para el posicionamiento de un sujeto al interior de la neurosis, pero igualmente al interior de la perversión. El neurótico y el perverso, si podemos decirlo así, se encuentran “mejor instalados” en el lenguaje que el psicótico. Lo cual no quiere decir que no sufran de esa posición subjetiva, sino que no tienen que andar buscando o fabricando una y otra vez un elemento que los ayude a responder a las interpelaciones enigmáticas del deseo del Otro y a que les ayude a que el lenguaje haga sentido para las cosas más cotidianas.

Y justamente, dicho de paso, cuando no hay una instalación del signficante del Nombre-del-padre, como sucede en la psicosis, eso es lo que se llama su “forclusión”.

Eso es otro tema, pero si quieres que haga un video al respecto, dímelo también en los comentarios.

Te dije al inicio del video que Lacan trabajó su elaboración del Nombre-del-padre durante tres décadas. Un paso decisivo que dio fue detectar la insuficiencia, para la teoría y para la clínica, de identificar su estructura con la de una métafora. Intentará, desde entonces, aproximarse a la cuestión desde otros ángulos.

No te desanimes, te explicaré también lo que sigue con peras y manzanas. Y lo primero que te digo es que vamos a ver cómo Lacan pasó del singular al plural: de el nombre del padre a los nombres del padre.

LOS NOMBRES DEL PADRE

Aproximarse al nombre del padre como un significante que opera la metáfora paterna dejaba por entero este elemento peculiar al interior del lenguaje, como una especie de desdoblamiento del gran Otro. ¿Recuerdas la definición que le daba Lacan?: “El significante que, en el Otro, en cuanto lugar del significante, es el signifi­cante del Otro en cuanto lugar de la ley”. Pues bien, a partir de los años sesenta, Lacan sustrae claramente el nombre del Padre del lugar del Otro.

Es decir, lo pone al exterior del Otro, como el elemento que garantiza que el Otro sea incompleto y que, entonces pueda escribirse bajo el matema del Otro barrado, o sea, con la A mayúscula tachada. El nombre del padre se puede definir, a partir de ahí, como un elemento que, siendo exterior al campo simbólico, lo ordena y permite que el sujeto rija la inconsistencia de éste último mediante la significación fálica.

A medida que Lacan avanzó en sus concepciones, y sobre todo gracias a la invención del objeto a, la metáfora paterna adquirió nuevos matices y se fue independizando del Edipo. Así, por ejemplo, la demarcación que el nombre del padre efectuaría del deseo la madre, sustrayéndole su niño-falo, equivale a lo que se llama la extracción del objeto a.

Es decir, que lo que el Edipo realiza es la inscripción significante de una pérdida. Pero esa pérdida puede inscribirse por diferentes artificios, y no sólo mediante la dialéctica edípica. Para esa inscripción sirven, por ejemplo, ciertos ritos que en numerosas culturas se ejercen: la circuncisión en la cultura judía es un ejemplo de ello.

Esa pluralidad de inscripciones posibles implica que hay, entonces, una pluralidad de nombres del padre.

El Edipo queda reducido a una sóla, entre muchas posibilidades, de imaginarizar y significantizar la extracción del objeto a, es decir, la castración.

Estamos listos, entonces, para dar un último paso hacia las precisiones de Lacan sobre los nombres del padre. El recurso será, esta vez, la topología de nudos.

TOPOLOGÍA DE NUDOS Y NOMBRE-DEL-PADRE

No podremos aquí dar todos los detalles sobre topología de nudos en la enseñanza de Lacan. Nos conformaremos con recordar que durante los años setenta nuestro autor desarrolla las aplicaciones de esta herramienta a la teoría y a la técnica psicoanalíticas, y que la base es que los tres registros con los que hizo su retorno a Freud – lo imaginario, lo simbólico y lo real – van a ser considerados como toros topológicos -o sea, como si fueran redondeles de cuerda- que pueden ser anudados o desanudados entre sí.

La subjetividad humana es concebida idealmente como una estructura en la que los tres registros están anudados dejando en el centro un agujero, que correspondería al lugar del objeto a minúscula.

Aquí, atenciòn! Te dije que este video pone el acento en las constantes que se encuentran en las formulaciones de Lacan acerca del Nombre del Padre. Para el momento de presentar el anudamiento de sus tres registros, ya ha dicho Lacan que el Nombre del Padre funciona inscribiendo la extracción del objeto a y que hay una pluralidad de nombres del Padre. Pues agárrate, que ahora afirma que lo imaginario, lo simbólico y lo real son los nombres del Padre! Sí, puesto que en esa estructura de nudo, son ellos en su conjunto e interrelaciones los que hacen posible la inscripción del objeto a, como un agujero, como una pérdida en la estructura. ¿Ves la lógica de esta idea?

Pero esa es una estructura ideal de la subjetividad humana.

Como la realidad clínica no es la ideal, resulta que los anudamientos entre los tres registros fallan y se hace necesaria la intervención de un cuarto elemento para re-anudar la subjetividad.

Cuando la estructura subjetiva permite que ese cuarto elemento anude de manera borromea a los tres registros, es decir, que los anude de tal manera que si uno se suelta, se sueltan todos y no hay dos que permanezcan enlazados entre ellos, entonces ese cuarto elemento es propiamente hablando el Nombre-del-Padre para un caso dado.

A fin de cuentas, el Nombre del padre en la topología de nudos de Lacan, sería ese cuarto elemento que anuda la estructura de manera borromea. Los efectos clínicos esenciales de la operación de ese cuarto elemento son los mismos que ya hemos visto: un apaciguamiento con respecto al enigma del deseo del Otro y un funcionamiento fluido y ordinario del lenguaje para el sujeto. Y eso sucede en la neurosis y en la perversión, pero no en la psicosis.

¿Ves cómo hay cosas bien constantes a lo largo de la elaboración de Lacan sobre esta temática?

Espero no haberte perdido, vamos a resumir.

EN SÍNTESIS

La peor forma posible de entender el Nombre-del-Padre en Lacan es quedándose con el aspecto anecdótico de sus elaboraciones en torno al Edipo en los seminarios 4 y 5. Una alternativa más jugosa, que aquí hemos presentado, es la de seguir el hilo de los elementos constantes de su elaboración del tema durante tres décadas. A partir de ahí vemos que una primera aproximación fue realizada mediante la estructura de la metáfora, La desventaja? Ella implicaba que el Nombre-del-Padre permaneciese al interior del campo de lo simbólico, redoblando en cierta forma al Otro con mayúscula. Con la invención del objeto a, el Nombre-del-Padre deviene un correlato de la castración que viene a inscribir la pérdida para el sujeto y sostiene la estructura subjetiva desde el exterior del campo simbólico. De ahí que haya una pluralidad de nombres del padre. Al final de su enseñanza, Lacan ubica los tres registros como otros tantos nombres del Padre, que aseguran la inscripción de ese lugar del objeto a. En clínica, sin embargo, los fallos del anudamiento de a tres hacen necearia la intervención de un cuarto elemento, el cual tendrá igualmente el estatuto de nombre del padre si anuda de manera borromea. Es decir, como desde el inicio estuvo claro, en los casos de neurosis y perversión.